Crónicas contra el olvido Etiopía (III)

f9f7e749eaea99895def6dc6f4dcf29d e9043edd05e2f923e2c44a4cb7123af9

e78cb3532bef5467a09aab994837259c d93951195b539cc274f707d0fe358087 d6587e16fbacecd024540284317df811

SOLIDARIDAD

Crónicas contra el olvido Etiopía (III)

UNA NIÑA LLAMADA VIENTO

Las imágenes de los ojos saltones y del cuerpecillo desamparado de un niño, o un relato amargo de su corta vida, suelen servir como ejemplos para explicar la tragedia de muchos miles, millones, de criaturas sin otro destino que morir por causa de la miseria o sobrevivir sufriendo sus consecuencias. Esta es una de esas historias tristes y repetidas. Pero que, por una vez, termina bien gracias a la actuación de un misionero español.

Ocurrió en una pequeña ciudad del Tigray llamada Wukro, en una zona del norte de Etiopía que debate sus destinos en una pobreza profunda, tras haber sufrido durante décadas el azote cíclico de las hambrunas. Al borde de un camino de tierra, cerca del hospital, alguien dejó abandonada a una niña de pocos años envuelta en un hatillo de trapos. Unas mujeres la recogieron y se la entregaron a las autoridades. Los médicos diagnosticaron que la criatura había nacido con una gravísima deficiencia mental.

No existían instituciones que pudieran hacerse cargo de ella. Las monjas de la Madre Teresa tampoco disponían de sitio para acogerla. Así, la pequeña quedó en manos de una familia que aceptó cuidarla. Pero que no tardó en acudir a la misión de Saint Mary, a suplicar la ayuda del padre blanco Ángel Olaran. Y durante un tiempo el misionero español cubrió las necesidades de la cría.

Como nadie sabía el nombre de la niña, el misionero y varios voluntarios que le acompañaban, vascos como él, decidieron ponerle uno euskera. Y la llamaron Aizea, que significa ‘viento’, pensando que el viento la había llevado hasta ellos. Un soplo frío e implacable de miseria, cuyos remolinos de angustia y miedo habrían encogido el corazón de la madre de aquella criatura, condenada a no poder valerse nunca por sí misma, incapaz de hablar, de fijar la atención, ni de controlar mínimamente su propio cuerpo.

b4d99208c5580ca01d06a5d66bd3593f a1280b77dae948b552f826df50b0b275

Mejora en un ambiente de cariño

24954cad648d1557cf7265a44f4645b0 e185390eef7c0454411a5a8ebff8ffff

Cuando hubo plaza libre, Aizea quedó internada en la Casa de la Madre Teresa. Allí fue cuidada con eficiencia. Pero también con frialdad. Tan solo Ángel Olaran iba a verla, la abrazaba y jugaba con ella. Cada vez que se le acercaba, aquella niña llamada Viento se agitaba y trataba de incorporarse, gritando de alegría. Pero cuando el padre blanco se marchaba, la cría se apagaba, sumiéndose en el aislamiento y la soledad.

c5b12c2230cfb801b6d1cb6e0de7476b 7811596facfb62f919832e9f3eb1ba7d 1302734bc93742ac06949d52af7e0879 900645e9a31744e5494577c0c682185d 7352e524d208533e238ac95844042739 841f81a1dc13c38be0070b6c1fbfd196 520a402315b6ac867c6c079ce91f2725

El misionero visitaba también a dos muchachas, enfermas de una parálisis progresiva sin tratamiento posible, que le preocupan porque eran las dos únicas internas con la mente perfectamente clara en la enorme sala que compartían con deficientes mentales. También ellas estaban bien cuidadas, pero se sentían tan faltas de cariño y compañía como Aizea.

Un día, Olaran decidió que lo mejor sería llevarse de allí a las tres. Alquiló una casa, contrató una mujer que las atendiera, y les presentó a algunos jóvenes del barrio. Desde entonces viven como hermanas en la desdicha, pero disfrutando al menos de los pocos placeres que la vida puede ofrecerles: han hecho amigos que las visitan, y se sienten queridas.

Incluso Viento ha mejorado en su limitado autocontrol. Tres veces por semana la llevan a una clínica, donde fisioterapeutas voluntarios trabajan su capacidad de gestos y movimientos. Ya empieza a tenerse en pie. Se interesa por las cosas y experimenta con ellas. Risas y balbuceos van reemplazando a los gritos y gruñidos con que antes expresaba sus emociones. Pero el mejor y más eficaz de los tratamientos posibles ha sido el ambiente de cariño que siente en el hogar donde el viento y un misionero la condujeron.

d8f3c43347a66340cce264f9bf271c35 232a2b03352795dde5b6df10c4a8535d

Para más información sobre el Centro de Iniciativas Solidarias, visite su web.

Fuente:  http://www.elmundo.es